¿UNA CULTURA INCLUSIVA EN SOCIEDAD?

 En nuestra realidad cotidiana, la cultura no debe ser lugar de enfrentamientos, sino espacio de intercambio. Es verdad que cada cultura (incluso cada uno de nosotros ) es un mundo diferente, a veces desconocido, pero eso no quiere decir que sea imposible el encuentro. Los diferentes puntos de vista que tenemos deben ser ocasión para el enriquecimiento cultural, no para la confrontación. La sociedad debe ser un laboratorio intercultural generador de nuevas culturas, nuevos lenguajes (Colectivo IOE, 1998); afirmando y reivindicando el derecho a ser distintos, pero también con la obligación de buscar espacios comunes de encuentro. Hoy cualquier cultura está expuesta a la discusión porque la globalización ha hecho que se abandonen las pautas socioculturales tradicionales. Todo se interrelaciona y todo se transforma 
De acuerdo con Calderón (2003), la inclusión busca brindarle a las personas con alguna condición especial (permanente o transitoria) las mismas oportunidades, en igualdad y equiparación, que tienen todos los miembros de un país para acceder a la educación. En este orden de ideas, es primordial que los contenidos impartidos a los estudiantes les resulten funcionales en el entorno de una comunidad inclusiva, es decir, el currículo funcional se basa en la enseñanza de destrezas utilizadas en la cotidianidad, que le permitan a la persona desenvolverse en su entorno de la forma más autónoma posible. Asimismo, resulta de gran importancia asegurarse que el estudiante socialice y forme parte de la comunidad escolar.
Por tanto, la educación inclusiva quiere responde a los retos de la diversidad desde la valoración de todos los miembros de la comunidad educativa (Arnaiz, 2000). No podemos construir una escuela inclusiva sin la participación de todos los agentes educativos que componen cada una de las estructuras y redes del sistema escolar. La educación inclusiva es un intento más de atender a todos los alumnos sin discriminación, sus posibles dificultades de aprendizaje partiendo de sus características y valorando positivamente éstas. Así que la educación inclusiva, además de responder a los retos tradicionales referidos a los alumnos con n.e.e., es una manera de entender la educación del siglo XXI, acorde con los vertiginosos cambios sociales, culturales y económicos de esta nueva sociedad. 

La pedagogía de la inclusión también, tiene que tener en cuenta el contexto, el barrio, la comunidad, pues lo que intentamos es trasladar la filosofía de atención democrática de todos los alumnos a la práctica cotidiana, a la vida social de la comunidad. Sabemos que los sistemas educativos son el espacio idóneo para construir la práctica inclusiva, pero como pedagogos y educadores tenemos el compromiso de llevar esa filosofía a toda la comunidad, sólo así se podrán cosntruir políticas que favorezcan a todos los ciudadanos. Por lo tanto, la escuela inclusiva no es sólo un cambio metodológico, sino una actitud de compromiso en el acto educativo, una verdadera exigencia de la propia naturaleza del acto pedagógico (Cortesao, 2002).

Referencias Bibliográficas. 

ARNAIZ, P. (2000). La diversidad como valor educativo. En I. Martín (Coord.): El valor educativo de la diversidad (pp.87-103). Valladolid: Grupo Editorial Universitario. 

CORTESAO, L. (2002). Ser profesor. Um oficio em risco de extinçao. Sao Paulo: Cortez e Instituto Paulo Freire. 

COLECTIVO IOE (1998): “Inmigración y diversidad social en la España de fin de siglo”. Documentación social, nº 11.


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